Faster #25
Estoy de vuelta
He pasado casi un mes sentado, y no precisamente bajo un cocotero, haciendo reflexión, ahora que cierro la veintena, sobre todas esas cuestiones fundamentales que se supone que uno tiene que hacer antes de los 30, entre las cuales encontré algunas como apuntarse a la Escuela de Idiomas, sacarse el carné de moto, dorar la torrija o ir al descenso del Sella
Con algunas de ellas he cumplido y con otras no, pero, aparte de esos proyectos más o menos generacionales, hay uno personal que me gustaría haber llevado a cabo: aprender a contar chistes
A lo largo de la historia de nuestro pequeño mundo, han existido pocas culturas que no hayan premiado a los graciosos y penalizado a los lánguidos, y, si bien no puede afirmarse con rotundidad que los cuentachistes sean seres superiores, sí disfrutan de ciertas ventajas en sociedad de las que me gustaría participar, la verdad. Además estoy seguro de que, una vez rota la vergüenza, no resulta tan complicado convertirse en alguien divertido para las personas de nuestro entorno si se siguen ciertas pautas básicas de iniciación, que expongo aquí por si alguien las encuentra útiles
En mi opinión, lo mejor para empezar a hacer gracias en público es soltarse con algo muy sencillo. con cualquier cosa de Chiquito, por ejemplo, jugaremos una baza segura. No me refiero a contar uno de sus chistes, para lo cual hacen falta grandes dosis de expresividad, sino a intercalar un ‘jarl’ o un ‘acandemor’ en la conversación de vez en cuando, nada que llame la demasiado la atención. Lo más probable es que el esfuerzo pase totalmente desapercibido para nuestro interlocutor, porque hoy en día, afortunadamente, a nadie le sorprende que alguien diga ‘jarl’ en ningún contexto, pero lo importante es adquirir confianza, seguridad, dar un paso
Tras haber practicado durante algunos días este primer ejercicio, llega el momento de progresar a la siguiente fase. Aquí es preferible escoger un sábado noche, puesto que todo el mundo estará borracho y la predisposición del personal en esas condiciones será inmejorable. Lo mejor que podemos hacer entonces es optar por una imitación de José María García, que, aunque parece muy accesible, requiere de cierta dramatización y que, bien ejecutada, puede ganarnos el primer reconocimiento como graciosos a ojos de los demás
‘Abrazafarolas’, ‘chupóptero’, o el clásico ‘saludos cordiales’, acompañados del gesto ad hoc con la mano, a buen seguro arrancarán más de una carcajada entre nuestros amigos, pero…
Ojo! Esa noche, nosotros podremos beber cuanto queramos, de acuerdo, siempre que tengamos en cuenta que un borracho no es igual a un triunfador
Todos sabemos que el buen concepto que tenemos de nuestras propias capacidades se dispara a medida que le metemos más y más alcohol al cuerpo, un proceso complejo que en el cerebro del borracho se resume en tres palabras: soy el mejor
Caer en ese exceso de confianza puede dar al traste con la incipiente carrera del humorista más dotado, ya que sus ocurrencias, que para él comienzan a brotar sin esfuerzo como un regalo de alegría y genialidad, se estarán convirtiendo realmente en insufrible motivo de rencor y odio para sus acompañantes
Así pues, a ellos les pido prudencia tanto para esto como para cualquier otra hazaña que se decidan a emprender animados por la cazalla
Yo mismo recuerdo cómo, en mis primeras curdas en discoteca, se me daba por zurrarme a copas en los márgenes de la pista de baile, mirando fijamente a las bambinas, convencido de que mi presencia hipnótica bastaba para atraerlas y para que viesen en mí cosas que en realidad no existían, viniendo a ofrecerse de inmediato. En concreto, utilizaba el efecto de mirada ‘puente levadizo’ consistente en alzar los extremos centrales de las cejas, a fin de transmitir una imagen de tierno atormentado la cual, estaba claro, pocas podrían resistir
Pero, qué creéis que pensaban ellas en verdad?:
a) Es el nuevo Bogart, me gusta mucho!
O bien
b) Me da miedo cómo me mira ese borracho, voy a llamar al portero
Pues con el humor pasa lo mismo, vosotros veréis…
Hasta aquí las ideas que he podido recopilar por ahora acerca de la forma ordenada de llegar a hacer gracia. Lo que voy a añadir a continuación es que existe algún atajo bastante eficaz para provocar la risa, que nos puede servir de ayuda para salir de una situación comprometida
El más conocido de estos atajos, y mi favorito, es el de los sinónimos de las partes del cuerpo. Se trata de encadenar cuantas más expresiones mejor referidas a los órganos sexuales (el fistro sexuarl, pecador!, para los que quieran ir practicando) de hombres y mujeres, con la ventaja de que tiene validez internacional y surte un efecto casi inmediato. Algunos de los sinónimos más comunes son, para el pitolino del hombre: ‘Fanfurrio’, ‘Don Quijote’, ‘el Gendarme Serafín’ o ‘la Flauta de Tonetti’; para el culone: ‘la Radio del Pobre’, ‘el Locuaz Caballero’ ‘El Malo de la Película’ o ‘Don Erre que Erre’; para la chufa femenina me decanto por ‘la Perfumería que Cerró’ o ‘el Pez que Fuma’; por último, para las cazuelas tendríamos: ‘las Dos Farolas’, ‘las Donguers’, o, más recientemente, ‘Bimba y Lola’
Si ninguna de las pautas indicadas arriba da resultado, lo mejor es abandonar, aunque los que deseen insistir en su empeño siempre pueden probar suerte con adultos de entre 50 y 70 años, aprovechando que, salvo excepciones, quienes se encuentran en ese tramo de edad suelen tener el umbral de comicidad espectacularmente bajo, y se ríen casi de todos los chistes que oyen
Hace poco vi a un grupo de cincuentones por el suelo de la risa tras haber contado el chiste de dos granos de arena en el desierto que uno le dice a otro ‘vaya marcha hay aquí’ o algo por el estilo, pero podría haber sido cualquier otro de los que se manejaban en los recreos de primaria hace 20 años, desde el de ‘i’m zorry, i’m camellorri’ hasta el de la aceituna que le dice a otra que se ha roto el hueso, porque ya os digo que son el público más agradecido que existe