Faster #30
Siempre he querido tener un fanzine
Se puede decir ‘sampra ha qaarada tanar an fanzana’ cambiando todas las vocales por la letra A, se puede decir ‘fanizentt’ si eres de los que prefieren salirse de lo habitual, pero no creo que pueda resumirse una vocación fanzinera con más pasión y claridad de la que yo voy a intentar plasmar aquí
Durante años me encerré en mi cuarto noches enteras, muchas de ellas completamente desnudo, esbozando páginas de publicaciones underground que acababan apiladas junto al contenedor hasta que las recogía el avaricioso buhonero del barrio o alguno de sus hombres, los mismos que atemorizaban con chillidos de vieja a cualquier vecino que apostase por el reciclaje
Al contrario de lo que se pueda pensar, yo no descartaba mi trabajo empeñado en buscar conceptos asombrosos. Más bien buscaba estrictamente los contenidos standard que pueden encontrarse en la mayoría de fanzines: cómics de trazo tosco con un adolescente que va soltando frases inconexas en cada viñeta y luego se suicida, dossieres de ‘The Rocky Horror Picture Show’, fotos borrosas de grupos raros y una sección de reflexiones poéticas incomprensibles acompañadas de ilustraciones abstractas
Pero, como mucho, al final lo único que conseguía completar con facilidad era esto último, las ilustraciones abstractas, embadurnando el folio con las manchas de tinta de los dibujos de ninfas fumaporros que previamente había intentado pintar sin éxito
Tras un período reiterado de fracasos, empecé a pensar que mi parálisis creativa era consecuencia directa de la herencia histórica que recibimos de los celtas, y su legendaria incapacidad para terminar las cosas. De hecho, no hay más que acercarse a un castro para darse cuenta de que esa gente lo dejaba todo a medias y vivía de cualquier forma
Sólo con el tiempo, un poco asustado por las historias que circulaban en Coruña de fanzineros a los que se les había ido la cabeza discurriendo adjetivos para el apartado de maquetas, logré salir de aquel bache y centrar mi esfuerzo artístico en otros proyectos que pudiesen resultar más factibles
Así, en 1999 elaboré un guión para un largometraje
Con un presupuesto inicial aproximado de diez mil millones de pesetas, era la historia de un cruel dictador que habitaba un castillo del Ampurdán rodeado de payeses supersticiosos, una trama pensada como respuesta local al Bram Stoker’s Dracula de Francis ‘monito guanche’ Coppola, que ese año se editaba en VHS
La reacción de las productoras ante la propuesta fue inmejorable, pero no hubo acuerdo. Ninguna aceptó mi condición de que el personaje del dictador estuviese interpretado por el alto de los Cantores de Hispalis, el de bigote, algo a lo que yo no estaba dispuesto a renunciar porque constituía una de las claves comerciales de la película, junto con la presencia de Vaitiare en el papel de cocinera
Vilque; las personas que cuidan ancianos y les llaman ‘mis niños’ dan un poco de miedo…