Faster #53

¿Qué es ese bulto que corre hacia el ascensor cuando entra un vecino en el portal como si fuese un niño lobo, ése que sólo sabe decir “papá, cómprame la moto”, ése que está en la vida por estar, que está de oyente, ése que no se ducha después de jugar el partido…?

– ¿No te duchas?
– No, yo ya me ducho luego en casa…

.
¿Cómo que te duchas luego en casa? ¡No me lo creo!

Esa cosa es tu hijo.

– Con mi hijo no te metas que mi hijo es el mejor.

No, no vale decir “mi hijo es el mejor” y luego pagarle treinta y seis prácticas de autoescuela. Hay que asumir que está perdido, que no se le entiende al hablar. Lo has malcriado, has sido indulgente y blando con él como lo era con su audiencia Roberto, el MC Conciliador, que cantaba para contentar a todos: “OYE – QUÉ! Éste es mi barrio, OYE – QUÉ! Ésta es mi gente… bueno, siempre que estéis todos de acuerdo, claro”. No. Eso no funciona. Si cantas “This beat is Technotronic!” tienes que creértelo y gritarlo con valentía, no vale decir “This beat is Technotronic! This beat is Techno… well, maybe it isn’t… no, a lo mejor no es Technotronic”.

– Tienes razón, ¿qué clase de espejo he sido para mi hijo desinflándome día a día en el sofá con la camiseta que compré aquel fin de semana que fuimos de casa rural a Asturias?

Claro… Bueno, no te tortures. Tú lo has intentado. No digo que seas un prohombre, no eres precisamente de los que deciden qué ninot hay que indultar, pero tampoco te has pasado la vida en casa emparejando calcetines. Eres un padre como el resto, has cumplido con tu hijo las tareas que se esperaban de ti, ni más ni menos, desde hablarle en flatter cuando era un crío…

– ¡Hola ringo rango! ¡Hola kukuxumuxu!

.

…contarle heroicidades a medias…

– ¿Y tú te enfrentaste a él, papá?
– Al final no le dije nada, ¡pero estuve a punto!

.
…o llevarle a ver cómo jugabas al tenis y te autoinsultabas cuando fallabas:

– ¡Qué burro eres, hombre! ¡Qué burro eres!

.

Es verdad que a lo mejor no has prestado mucha atención cuando ha querido compartir alguna de sus inquietudes…

– Venga papá, vamos a oír algo de música juntos, ¿qué te apetece escuchar?
– Sí, eso que está sonando está bien.
– No, pero eso no es un CD, es la tele de la habitación que debe de estar allí mamá cambiándose.
– Ah, pues suena bien, ya me lo dejarás para el coche.
– No, no. No es un CD, es la tele…

.

…pero en general has estado en tu sitio. Además, abundan los ejemplos de padres que, por querer implicarse demasiado en la relación filial, han acabado boqueando en arenas movedizas. Acuérdate del caso de Luis, el padre que quiso buscar en las redes sociales una vía adicional de comunicación con su hijo y como no sabía de qué iba la cosa llenó su perfil de Facebook con fotos de un banco de imágenes:

– Eh, ¿ése eres tú de pequeño con tus amigos en Orense?
– Sí.
– Pero si son todos negros y están jugando al cricket…

.

Y más tarde abrió una cuenta de Twitter, pero la herramienta terminó por dominarlo a él. Se entregó a los 140 caracteres, convirtió Twitter en una puerta abierta a sus pensamientos sin pararse a pensar que entre el corazón y el teclado debe haber siempre un filtro elemental para los excesos de sinceridad.

Vaya desastre.

Quiero decir que el problema no depende sólo de ti. En estos casos lo más probable es que tengas que buscar culpables a tu alrededor, en tu entorno. Sé valiente y no dudes en dirigir un dedo acusador hacia todos sin señalar a nadie en particular para no granjearte enemigos. Eso sí, te daré un consejo hablando ya en serio: no sigas dejando al niño tanto tiempo con los abuelos fingiendo agobios para que lo críen ellos, porque ahí existe una brecha de dos generaciones que puede despistarlo seriamente. ¿No ves que a veces a nuestros mayores se les va la cabeza (ojo, como es normal) y transmiten conceptos de antaño que pueden dejar a los rapaces medio tolais? Ya sé que estoy hablando de tus padres, pero fíjate bien:

– Vamos tesoro, que te voy a contar un cuento.
– ¡VIVA!
– Viktor era un apuesto campesino que vivía en una aldea del centro de Europa donde se desarrollan este género de historias. Dos imprudentes muchachas de la aldea se disputaban el corazón del joven, y al cruzarse por la calle reñían una con otra vociferando “Viktor es mío” “no, “Viktor es mío”. Un tarde que secaban vainas en una cuerda mientras proseguían con su disputa, apareció una mujer desconocida y las oyó pelear. Les dijo: “podéis discutir cuanto queráis, pero Viktor al final será mío”.
– ¿Y quién era aquella mujer, abuela?
– Aquella mujer… era LA MUERTE!

.

Adiós… Ahí lo tienes…

Trauma for your kids…

.

Vilque,

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  1. manoly

    «Sé valiente y no dudes en dirigir un dedo acusador hacia todos sin señalar a nadie en particular para no granjearte enemigos.»

    Adorei!

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